sábado, 18 de diciembre de 2010

EL PINABETE, ÁRBOL QUE SUFRE EN NAVIDAD

Llega diciembre y con el mes, la alegría de la Navidad. Sin embargo, para el pinabete, un árbol guatemalteco, este es el mes más desastroso del año, pues es cuando casi todo mundo se pone loco con la idea de hacer el arbolito navideño. Pero no con cualquier árbol, sino que por la fuerza de la tradición, tiene que ser un pinabete.

Y desde los primeros días de diciembre se inicia la desmochadera de bosques (corte ramas de pinabete) o peor aún, la cortadera de árboles. ¿Y por qué necesariamente debe ser un pinabete? Por la sencilla circunstancia de que es más oloroso, se mantiene verde por más tiempo y la forma de su copa es más piramidal que la de otras coníferas usadas como árboles navideños.
Pese a los esfuerzos de algunas autoridades, medios de comunicación y de comunidades para cambiar la cultura de los guatemaltecos en cuanto al uso del pinabete, cada año encontramos en la capital y otras ciudades importantes, decenas de vendedores de pinabete, con o sin autorización.  Los esfuerzos incluyen el cultivo del árbol con el fin específico de usarlo como arbolito navideño.
Según información de la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la agricultura, FAO, la demanda de árboles navideños de pinabete en Guatemala se estima en alrededor de 125 mil  unidades por año. De este total, 120 mil (96 por ciento) son árboles hechos con ramas. Los 5 mil árboles restantes son de ciprés cultivado para esta finalidad.
El pinabete, cuyo nombre científico es Abies guatemalensis, es un árbol endémico en la región del altiplano guatemalteco. Necesita de lugares altos para sobrevivir, por encima de los 2400 metros sobre el nivel del mar, y de climas fríos por debajo de los 10 grados centígrados. Totonicapán es el departamento en donde se encuentran las mayores reservas.
Por ser una especie en peligro de extinción, en el país está prohibida su extracción (Artículos 81 y 82 de la Ley de Áreas Protegidas) y se le incluye en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas, CITES.



Situación del Pinabete en Guatemala



Este es un video que pueden encontrar en la página del CONAP.

viernes, 3 de diciembre de 2010

EL CHIPILÍN, UNA HUMILDE EXQUISITEZ

Ustedes estarán de acuerdo conmigo en que una de las experiencias gastronómicas más deliciosas del chapín es comer tamalitos de chipilín con crema. Aunque tampoco se queda a la zaga el arroz con chipilín o la sopa de chipilín (caldo le dicen la región oriental). Igualmente las empanadas de las hojas tiernas o mejor aún, de la flor de chipilín. Lo cierto es que esta legumbre originaria de Mesoamérica (Sur de México y América Central) y cuyo nombre científico es Crotolaria maypurensis o Crotolaria guatemalensis, se puede comer de distintas formas, y en todas es deliciosa.

Una de las experiencias que se recuerdan más del paso por la aldea El Rancho, departamento de El Progreso, es el delicioso aroma que invade los autobuses del transporte extraurbano, cuando los pasajeros le quitan la tusa a los tamalitos de chipilín que han comprado a las alegres vendedoras del lugar. Además de aromático, el chipilín tiene propiedades narcotizantes, por lo que se recomienda para quienes tienen dificultades para conciliar el sueño.

En Mesoamérica el chipilín crece en forma silvestre porque al parecer no tiene muchos depredadores, aparte del hombre, claro está, ya que aparentemente los animales le rehuyen pues tiene algunas propiedades tóxicas para ellos. En Estados Unidos se le considera una yerba mala y en Australia es prohibido importar sus semillas.

Un detalle curioso es que nuestros hermanos salvadoreños han industrializado el cultivo del chipilín, al igual que el loroco (otra planta centroamericana, para abastecer el mercado nostálgico (centroamericanos residentes en las tierras del Tío Sam, y que suspiran por un tamalito).

Miguel Ángel Asturias hizo una hermosa descripción del chipilín, que espero compartir con ustedes en el futuro.

EL ORIGEN DEL CHIPILÍN, SEGÚN LOS MAYAS (EL CHIPILÍN EN LA LITERATURA)

IXCHEL DIOSA DE LA LUNA

Cuenta la leyenda de orígen Maya, que Chac, Dios de la lluvia, se enamoró perdidamente de Ixchel, diosa de la Luna e hija de Tlaloc, pero su amor no fue correspondido. En su despecho, Chac cubrió el cielo con nubes negras para que nadie pudiera ver la belleza de Ixchel.

Según la tradición fueron tres años los que el cielo estuvo cubierto de nubes y lluvia incesante.
Los riachuelos se desbordaron, y los sembrados se inundaron dejando al pueblo sin alimento.

La situación se tornó tan grave que ni el mismo Tlaloc encontraba la solución, pues con tanta lluvia la gente moriría. Una noche, Ixchel, diosa de la Luna, al ver al padre Tlaloc tan abatido, decidió buscar una solución que, aunque triste para ella, era la única salida: casarse con Chac para convencerlo con su belleza de que quitara el velo de las nubes y la lluvia cesara. Pero, lo que en apariencia era un triunfo para Chac, en realidad era una trampa de Ixchel. La noche de bodas, en el preciso momento en que Chac borró las nubes, ella se escapó en forma de pequeñas hojitas verdes que cayeron como lluvia por todo el territorio. Esas hojitas que se podían comer preparadas de diferentes formas salvaron a los mayas de una muerte segura.

Nuestros ancestros las llamaron “Chepil-Ix”, que significa “hojas de la Luna”. Así fue como nació lo que hoy conocemos como chipilín. (Esta historia la bajé de Internet, Foros Univisión)